Elogio de la mezcla

Capítulo 9 del ensayo: “La invención de México”, del libro Subversiones Silenciosas, publicado en 1993 por la Editorial Aguilar.

9. ELOGIO DE LA MEZCLA
La integración con Norteamérica cambiará nuestra economía y nuestra política, ampliará nuestra relación con Estados Unidos y su influencia sobre México. Pero no será, en ningún caso, una calle de sentido único. El contacto cambiará también, en el plazo largo de las civilizaciones y las culturas, la realidad norteamericana, que está lejos, a su vez, de ser un monolito resistente a toda influencia y enfrenta más bien el problema contrario, el de las migraciones poco solubles al melting pot, cuya intensidad ha hecho pensar al historiador Arthur Schlesinger, con alarma, en «la desunión de América». (16)

Los grupos hispanos y los mexicanos en particular, son una migración resistente a la aculturación «anglo», como si en su contacto con ella siguieran peleando las matrices culturales y los poderosos idiomas de España e Inglaterra, los imperios rivales. El paisaje de grandes ciudades del sur estadunidense y de amplias zonas de la faja fronteriza, muestra claros indicios de una mezcla extravagante que, con orgullo o alarma, diversos observadores han bautizado como Mexamérica, una zona tan distante de la matriz estadunidense como de la mexicana. Cualquiera que sea el resultado final de esa mezcla, lo que puede garantizarse es que su tendencia es a multiplicarse, no a desaparecer, y que da cuenta de uno de los procesos más intensos de contacto y cambio cultural del mundo moderno.

No como profecía de lo que resultará de esa mezcla, sino como analogía de su intensidad posible y del tiempo largo en que debemos juzgarla, me gusta citar un pasaje, en cierto modo melancólico, de M. I. Finley a propósito de la sedimentación de la lengua griega. Dice así:

El pueblo que hablaba la lengua griega, pero que ignoraba el arte de la escritura, apareció en la escena hacia el año 2,000 A.C. Aquellos inmigrantes no fueron en modo alguno los primeros habitantes de Grecia, ni vinieron como conquistadores altamente civilizados a dominar tribus salvajes (…). Con mucho, el nivel social y material en aquella región superaba al de los recién llegados (…). Ni los griegos, ni los nativos en cuyo mundo entraron tuvieron probablemente idea alguna de que algo grande e histórico estaba ocurriendo. En lugar de esto, veían presentarse pequeños grupos, algunas veces pacíficos y de ninguna manera dignos de tomarse en cuenta otras veces perturbadores e incluso destructores de vidas y modos de vida. Tanto biológica como culturalmente, aquellos siglos fueron de constante mezcla. (17)

Grandes migraciones de la periferia pobre al centro desarrollado y un nuevo ciclo de constantes mezclas parecen rasgos predecibles de nuestro fin de época. La mezcla de Norteamérica no sólo no será la excepción, sino que ha sido por décadas y será en el futuro, una de las mayores.

Antes de que esa mezcla de los siglos se cumpla, desde luego, México verá acelerarse la norteamericanización de su vida. Pero, en mi opinión, no habrá mucha novedad en esa gran influencia ni será tan decisiva. México carga, como parte de su cultura, toda una historia de influencias norteamericanas. Y los mexicanos de hoy son más mexicanos que nunca. Por razones de integración de las comunicaciones y generalización de la escuela, en la era de la mayor influencia norteamericana sobre México, es decir, en las últimas cinco décadas, México ha alcanzado la mayor uniformidad cultural y la mayor cohesión nacional que haya tenido nunca. Aun así, la pregunta sigue viva:

¿Cuál será la suerte del nacionalismo y de la identidad nacional de México? Es imposible predecir nada, salvo que, hoy como ayer, las señas de identidad mexicanas no permanecerán inmutables ni nadie podrá petrificarlas en sus hallazgos. Los cambios acumulados en el país y los que impone la globalización del mundo, desafían nuestras antiguas certezas. Pero la gestación nacional mexicana ha sido larga y nada de lo sedimentado en ella se evaporará fácilmente, al contacto con los otros, porque nada tampoco llegó ahí de pronto y como al azar, sino a través de largos procesos de destilación simbólica, que ninguna influencia epidérmica puede suplantar.

No obstante, la crisis de certidumbre sobre el futuro deseable de esa conciencia nacional debiera inducirnos a reconocer la rica pluralidad de sus fuentes y a abrir, más que a cerrar, el catálogo de sus inclusiones. Es quizá la hora propicia para pensar generosa, más que defensivamente, nuestras herencias e influencias; para celebrar, más que lamentar, el contacto y la mezcla con otros, porque esa es la materia misma de nuestro presente y la inminente obligación de nuestro futuro. Nos hallamos en un buen momento para rehusar la noción de una identidad fija, amarrada a sus inercias y sus memorias selectivas, en favor de una identidad múltiple, en continua construcción hacia adelante y también hacia atrás, capaz de enmendar sus exclusiones y de asumir como propias la totalidad novedosa del pasado y la historia cristalizada, la diversidad de tiempos coagulados, del presente.

(final)

La invención de México mezcla una conferencia sobre la identidad nacional, pronunciada en la ciudad de Zacatecas, en el verano de 1979, y la ponencia “North American integration and the Mexican National Idenetity”, leída en el ciclo Crossing National Frontiers: Invasion or involvement?, celebrado en la Universidad de Columbia, Nueva York, en diciembre de 1991. Es el primer ensayo del Capítulo I, SEÑAS DE IDENTIDAD, del libro Subversiones Silenciosas, publicado en 1993 por la Editorial Aguilar.

 

16. Arthur Schlesinger: The Disuniting of America, W.W. Norton & Company, New York, 1992.

17. M. I. Finley: El mundo de Odiseo. México, Fondo de Cultura Económica 1978, pp. 14-15.

Héctor Aguilar Camín
Escritor, historiador, director de la revista Nexos.
Su último libro: La dictadura germinal.
Crónica de la destrucción de la democracia mexicana
Editorial DEBATE, 2025

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Publicado en: Mientras pasa la historia

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